La poeta y profesora Chantall Maillard publicó en el diario La Opinión un artículo llamado «Yo soy de los que llorarían».  Personalmente, si yo fuera un político implicado en la destrucción de los Baños y leyera el artículo de Chantall, haría desaparecer todos los espejos de mi casa.

 

Me gustaría poder felicitarnos. Me gustaría poder pensar que en Málaga
somos de verdad «ciudadanos», es decir, personas que no sólo se
sienten pertenecer a una ciudad, sino que también entienden que esa
ciudad les pertenece al modo en que nos pertenecen los seres y las
cosas que amamos, sintiéndonos responsables de ellos. Pero algo nos ha
quedado, sin duda, en el Sur, del viejo servilismo, del espíritu
sumiso y resignado de quienes entendían que ellos nada tenían que ver
con quienes les sometían y gobernaban. El cacique, ahora, es el
político, o así queremos que sea porque es más cómodo. Delegamos
nuestra responsabilidad con el voto o el silencio. El mundo lo hacen
otros, y a la pregunta por aquello que queremos habitar no
respondemos, no somos responsables. Culpamos al «Sistema», eso sí, una
de esas grandes palabras bajo las que escondemos la desidia.Pero resulta que el político, el polités: el ciudadano somos nosotros,
y quienes nos gobiernan lo harían con más cuidado, con más tiento y
esmero si se lo recordásemos alguna vez. Y ahora es buen momento,
porque el proyecto de «reforma» de los Baños del Carmen está a nuestra
disposición, en su período informativo, en la Demarcación de Costas
(Pº de la Farola, 12). Es este el período en el que podemos hacer
alegaciones, o sea, que podemos manifestarnos, que podemos aportar
nuestras sugerencias, y también el período en el que podemos hacer
alegaciones aportando sugerencias.
[…]
Y también soy de aquellos que al mirar la extensión de rocas pequeñas
entre las que el mar juega y que es el refugio de cangrejos y otros
animales secretos recuerdan cómo eran, hace mucho tiempo, las playas
de nuestras costas, cuando aún las grandes estrellas de mar venían a
morir en sus orillas. No quiero creer que queramos y consintamos que
el único trocito de playa genuino que nos queda se convierta en otra
piscina más, de esas a las que generosamente llamamos «calitas».
La solución proyectada pretende «recuperar un espacio que forma parte
de la memoria colectiva». ¿Qué se entiende por «recuperar»?
«Rescatar», «redimir», «reconquistar», «salvar», «liberar» son los
sinónimos prescritos por el diccionario. No eran otros los empleados
por colonizadores y conquistadores para legitimar sus salvajismos. ¿En
nombre de qué han de redimirse los Baños del Carmen? ¿De qué -¡o de
quiénes!- se supone hay que salvarlos? El «espacio público» que nos
presentan es un parque con palmeras (¡más palmeras!), con kioscos y
accesos pavimentados para el acceso de vehículos de abastecimiento,
abierto de par en par, a la vista, esa visibilidad que fue uno de los
grandes principios de los arquitectos que diseñaron las ciudades
fascistas: todo abierto, sin trabas, sin obstáculos, para que el
enemigo (el enemigo siempre somos nosotros) no pudiese ocultarse.
Ordenar, higienizar: suprimir (¿cuántos eucaliptos serán
«desarraigados» para hacerle sitio al jardín mediterráneo?) para
controlar era la norma, a la que se suma ahora, acorde con la economía
de mercado, la de diseñar conforme a los fines prácticos. El valor de
lo recóndito, de lo natural, que tan bien se conocía antiguamente en
Japón, el valor de lo que no es económicamente rentable pero que nos
acoge no es apreciable en nuestra sociedad. Tampoco lo que envejece.
Todo lo viejo ha de reemplazarse, aunque siga cumpliendo su función.
Tal es el miedo que le tenemos a los síntomas de la desaparición,
cualquiera que éstos sean. Los ancianos, confinados; todo lo viejo, lo
agrietado, lo que naturalmente se inclina o pierde su tranquilizadora
simetría, renovado.
[…]
Y cuando todos los lugares se parezcan, cuando todo nuestro entorno
sea el resultado de la clonación de una postal exótica, ¿qué tendrá
Málaga de especial? ¿Qué cantarán sus poetas?

Pero han de perdonarme: estoy hablando por todos, dando por hecho que
a todos los malagueños les importa que los Baños del Carmen sigan
conservando su espíritu. Es cierto, puede que muchos prefieran tener
un chiringuito más, y si tiene columnas, por Dios que no estén rotas,
y que esté todo limpio, solado y sin tierra, para que el niño no se
ensucie. Ah, y que no se olviden del letrero que nos oriente o nos
advierta que ésta es una «Playa natural»? Pero sabéis al igual que yo
que no sólo las personas hacen los lugares, que también los lugares
hacen a las personas, y que si ofrecemos lugares especiales, lugares
de verdad, no parques temáticos, ni espacios de diseño refractarios
donde nunca habitará el espíritu del mundo, ofreceremos también la
posibilidad de que entre todos seamos personas de verdad y no un
público anónimo afecto a escenarios de postal veraniega y al consumo
de todo cuanto, porque deja insatisfecho, responde a la estrategia del
Mercado.

La Opinión de Málaga, 03/03/08
 
 

 

 

 

Otra carta al director

septiembre 11, 2008

Sí, la verdad es que envié unas cuantas.

«Baños del Carmen»

 

Hablan los políticos de la candidatura de Málaga a la capitalidad europea de 2016 antes y después de firmar el cementado de playas como Los Baños del Carmen. Ponen cemento sobre arena de playa en una burla irónica de aquel mayo del 68 que unos vilipendiaron -ayuntamiento- y otros pronto olvidaron – Dirección de Costas-. Mientras nuestras ciudades se afean, se hormigonan y banalizan, nosotros miramos a otra parte. Y pronto será tarde si no lo es ya.

 

Decía la Premio Nacional de Poesía Chantall Maillard en un maravilloso artículo sobre el tema que ella sería de las que llorarían cuando los Baños del Carmen desaparecieran. Desde aquí pido que ni ella ni yo ni tantos miles de malagueños debamos llorar por la destrucción de ese lugar mágico.

Otra carta al director enviada a El País. Publicaron varios, de hecho, en la sección nacional. Supongo que el alcalde de la Torre y el entonces Jefe de Demarcación de Costas, Fernández Rañada, utilizaba esa sección para poner la taza de café hirviendo encima.

 

La belleza de Los Baños del Carmen amenazada de cemento

 

Hace ya tiempo que me venía preguntando mientras bebía atardeceres en Los Baños del Carmen, cuánto pasaría antes de que los saqueadores arramblaran también con ese templo. Me preguntaba cómo era posible que ese sitio maravilloso hubiera sobrevivido todas estas décadas sin que ningún arruinabellezas le hubiera clavado aún sus zarpas. Me preguntaba de qué modo intentarían arrebatarnos esos atardeceres y qué pretextos argüirían.

 

Y es la vida a veces tan predecible que hace ya meses que escucho que ha llegado ya el momento, que es ahora cuando decidieron quienes deciden el final de Los Baños del Carmen, el saqueo sistemático de la belleza del lugar y la conversión de playa virgen en Paseo Marítimo, de astillero de barcazas en auditorio previo pago, de la vida con mayúsculas en la vida con dinero.

 

Es ahora que decidió el alcalde popular aliarse con algún genio socialista del Ministerio de Medio Ambiente para acabar con ese pequeño mundo nuestro, y entonces asignar contratos a constructores que se frotan las manos mientras nosotros nos frotamos las lágrimas. Es ahora que decidió el ayuntamiento y un ignoto organismo llamado Demarcación de Costas darle costa a quien pueda pagarla, privatizarnos los atardeceres y, consecuentemente, hacer de esta ciudad un lugar más amargo y más triste.

 

Invito a quien aún le queden fuerzas a que las interponga ante tanto atropello.

Invito a quien aún le queden ideas a que las enfrente a las ruedas de tractores.

Invito a los regidores de esta ciudad y a sus curiosamente aliados del Ministerio a no destrozar uno de los lugares más bellos de Málaga, a no sucumbir ante la fuerza del dinero.

 

Y si a pesar de todo, no pueden evitar actuar como suelen, y lo destrozan, y sucumben, entonces les invito a no hablar nunca más de “hacer ciudad” si lo que de verdad están haciendo es acabar con ella.

 

Y respondió la ministra Narbona

septiembre 11, 2008

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Málaga, 10/XII/06

 

Señora ministra, doña Cristina Narbona:

 

Me dirijo a usted con la esperanza de que llegue a sus manos esta carta y pueda conocer su contenido. La razón que me lleva a escribirle se llama Balneario de los Baños del Carmen. Es un antiguo Balneario costero situado a unos pocos kilómetros del centro de Málaga. Se trata de uno de los lugares más bellos de nuestra ciudad, una arboleda de eucaliptos, una playa virgen – es decir, no demasiado manipulada por la mano humana-, un restaurante que resiste el paso del tiempo observando los atardeceres más impresionantes que puedan ocurrir en una ciudad y un muro que separa una gran cantidad de tráfico de la absoluta calma que se respira en la arboleda y en la orilla de la playa.

 

En realidad, señora ministra, empezaría por invitarla a ese lugar. Mostrarle la belleza que todavía no ha sido devorada por la codicia o la ineptitud, uno nunca sabe qué es peor. Tomar un zumo en el restaurante a las siete de la tarde – ahora más temprano- y observar cómo va cayendo el sol al otro lado de la ciudad y un rojo que nace de ninguna parte lo va inundando todo de tal modo que sólo se puede disfrutar en el amplio y único sentido de la palabra.

 

El Balneario fue concesionado a empresas privadas por los poderes públicos. Con la Ley de Costas, desaparece el negocio del camping a pie de playa y desaparece quien se ocupe de un modo efectivo y constante del Balneario. Como se puede imaginar, son muchas las taras que surgen a raíz del paso del tiempo. Junto a unas pistas de tenis que también se encuentran en el recinto, hay escombros y basura. Las antiguas instalaciones de cemento del Balneario están en estado ruinoso.

 

Todos los alcaldes de Málaga, desde Pedro Aparicio hasta el actual, Francisco de la Torre, quisieron hacer su proyecto para el Balneario. Nunca ocurrió nada, ya que tenían que ponerse de acuerdo Ayuntamiento, Ministerio y empresas concesionarias.

 

Sin embargo, ahora parece que sí. Ahora el proyecto de un arquitecto llamado Pérez Mora parece salir adelante en el Ayuntamiento con la colaboración inestimable del Ministerio que usted dirige a través de Demarcación de Costas.

 

El proyecto conjunto tiene como objetivo convertir la playa natural en dos playas artificiales, una con arena y la otra con gravilla, la tala de casi todos los eucaliptos y su sustitución por jardineras, la destrucción del muro que aísla acústicamente la playa, la construcción de un par de chiringuitos, así como la demolición de un astillero artesanal anexo aprovechando el lugar para hacer unas pistas deportivas y un auditorio. Además, un paseo marítimo de suelo duro atravesaría el lugar paralelo a la orilla.

 

Como imagino que sabrá, el Ministerio que usted dirige planea gastar diez millones de euros en eso. Desconozco cuánto gastará el ayuntamiento por su parte, pero muy posiblemente para destruir la belleza de Los Baños del Carmen los malagueños y también el resto de habitantes de este país nos gastemos más de doce millones de euros.

 

¡Dos mil millones de las antiguas pesetas para afear un lugar bellísimo!

 

La semana pasada, antes de que nos reuniéramos un grupo de personas sensibilizadas con el asunto como hacemos cada domingo con la intención de que se rectifique drásticamente el proyecto – nos hacemos llamar Asamblea para la Supervivencia de los Baños del Carmen- nos encontramos en el restaurante de los Baños del Carmen con el delegado provincial de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, Ignacio Trillo, quien nos atendió amablemente y nos dio su visión sobre el asunto. Sus palabras no pudieron ser más precisas: “Los Baños del Carmen necesitan un albañil, no un arquitecto”, nos dijo. Y es así, ese sitio maravilloso y mágico, necesita ser cuidado, necesita que le pulan algunas pequeñas taras, pero no el grotesco proyecto municipal ni la ayuda carente de toda sensibilidad y sentido ecológico que ha proyectado su Ministerio por mediación de Demarcación de Costas.

 

Le pido, señora ministra, que visite el lugar, que pida los informes oportunos, que no permita que se produzca este infame atropello del buen gusto y del sentido común.

 

Deseando tener noticias suyas y que esta carta no caiga ni en saco roto ni en alguna papelera del Ministerio, se despide atentamente,

 

                                         J.David Vargas

Resulta emocionalmente peligroso, en estos tiempos, enamorarse de lugares porque tarde o temprano llegan máquinas que les cambian la cara, el corazón y el alma y es entonces que no reconoces aquello que tanto quisiste.

 

A quien suscribe, esto le ocurre con el Balneario de los Baños del Carmen, una playa arbolada, mítica, situada en Málaga capital y que tiene por su idiosincrasia y carácter particularidades que no se encuentran en ningún otro lugar de la provincia.  

 

Hace décadas que numerosos constructores quisieron convencer a los políticos de turno para convertir esa playa virgen en algo rentable. Para estos constructores, claro, rentable es lo que se puede contar en dinero. Y aún se podría añadir, lo que se puede contar en dinero que ingrese en sus respectivas cuentas corrientes.

 

Ningún político se atrevió en su momento a cambiar el aspecto de un lugar del que tantos malagueños se enamoraron para siempre. Probablemente, intuían que nada bien quedaría en sus respectivos currículos matar árboles, plantas y recuerdos.

 

Pero hete aquí que Francisco de la Torre, alcalde de Málaga por el PP, y Demarcación de Costas, órgano del Ministerio de Medio Ambiente dirigido por Cristina Narbona, PSOE, han decidido que ahora sí, que en estos tiempos de corrupción urbanística generalizada ya se puede destrozarnos los sueños y los lugares de los que nos enamoramos para gastar diez millones de euros de dinero público y hacer aún más ricos a esos constructores que tanto dinero fraudulento consiguieron hacer en nuestra provincia. Todo ello vendido al ciudadano con la palabra rehabilitación.

 

Rehabilítennos la confianza que perdemos con cada titular de periódico que cuenta como la sólida amistad entre un político y un constructor les lleva de la mano a los tribunales. Rehabilítennos la creencia de que los políticos actúan por el bien general. Rehabilítennos la democracia, gobierno del pueblo, y dejen Los Baños del Carmen en paz.

Están hechos los paisajes de contornos y de formas, de colores y de espacios ocupados de un modo particular. Así se graban en nuestra memoria, así permanecen en el recuerdo y es por eso que podemos evocarlos aunque nos separen miles de kilómetros, aunque hayan pasado años.

 

Hay un paisaje en Málaga, una serie de contornos y de formas, un tanto extraño. Se trata de una arboleda de eucaliptos frente al mar, de ciertas plantas que no han crecido en ninguna otra parte de la ciudad; hay hasta una palmera asombrosa que resiste los embates de las mareas con una tranquilidad inexplicable. Es un paisaje que miles de malagueños tienen en la memoria, un paisaje que cada uno de nosotros puede recordar, cualquiera que sea el punto geográfico en el que se encuentre.

 

Ahora, un proyecto del Ayuntamiento pretende cambiar ese paisaje. Cambiarlo para siempre, porque los paisajes, como tantas otras cosas, sólo se cambian una vez.

 

La arboleda de eucaliptos se cambiaría por un edificio que albergase un gimnasio spa. La palmera impasible sería atropellada por un paseo marítimo de hormigón. Las plantas, domesticadas en jardineras. El muro que aísla del ruido sería derribado, para que tampoco allí podamos olvidarnos por un instante del tráfico que soporta la ciudad.

 

Los Baños del Carmen podrían desaparecer, pero hay unos cuantos ciudadanos que aún pretendemos ejercer los derechos que nos otorga esa palabra. Por eso, seguiremos luchando, pidiendo, clamando para que los Baños del Carmen, el paisaje que todos conocemos, no desaparezca. Para siempre.

Usando la palabra

septiembre 11, 2008

La verdad es que he escrito mucho sobre el Balneario. Siempre con la intención de apelar al lector, fuera éste un lector de periódico, un político, un periodista, un funcionario público. Cualquiera susceptible de interesarse por la situación de los Baños, cualquiera que pudiese ayudar del modo que fuera para que la sentencia de hormigón y de muerte no termine cumpliéndose. Supongo que es un buen sitio este para recopilar lo escrito.

He creado este blog para no olvidarme de que quieren destruir los Baños del Carmen. He creado este blog para seguir humildemente adelante y no dejar un solo resquicio para que se cuele la estupidez y la maldad con la que conviven cada día tantos hombres y mujeres encargados de hacer el mundo un poco más feo.

He creado este blog para inocular el virus de la decencia en tanto político de papel, en tanta marioneta móvil. He creado este blog, sobre todo, porque hay un lugar en Málaga que se llama Baños del Carmen, un lugar que me ha dado tanto que sería muy ruin por mi parte abandonarlo ahora que una sentencia lo ha condenado a muerte.