Están hechos los paisajes de contornos y de formas, de colores y de espacios ocupados de un modo particular. Así se graban en nuestra memoria, así permanecen en el recuerdo y es por eso que podemos evocarlos aunque nos separen miles de kilómetros, aunque hayan pasado años.

 

Hay un paisaje en Málaga, una serie de contornos y de formas, un tanto extraño. Se trata de una arboleda de eucaliptos frente al mar, de ciertas plantas que no han crecido en ninguna otra parte de la ciudad; hay hasta una palmera asombrosa que resiste los embates de las mareas con una tranquilidad inexplicable. Es un paisaje que miles de malagueños y visitantes tienen en la memoria, un paisaje que cada uno de nosotros puede recordar, cualquiera que sea el punto geográfico en el que se encuentre.

 

Ahora, un proyecto conjunto del Ayuntamiento y Demarcación de Costas pretende cambiar ese paisaje. Cambiarlo para siempre, porque los paisajes, como tantas otras cosas, sólo se cambian una vez.

 

La arboleda de eucaliptos se cambiaría por un edificio que albergase un gimnasio spa. La palmera impasible sería atropellada por un paseo marítimo de hormigón. Las plantas, domesticadas en jardineras. El muro que aísla del ruido sería derribado, para que tampoco allí podamos olvidarnos por un instante del tráfico que soporta la ciudad.

 

La singularidad espacial de los Baños hace que un paseo entre los eucaliptos o una excursión litoral por el roquedo sean experiencias únicas que no se pueden disfrutar normalmente en una metrópolis, aún siendo ésta costera.

 

Ahora se habla de recuperar los Baños del Carmen. ¿Pero cuándo exactamente se perdieron? ¿Quién los perdió? ¿Acaso observan esos recuperadores cómo bulle el lugar cada fin de semana o cómo decenas de ciudadanos disfrutan el mar de un modo diferente al estandarizado en nuestras costas?

 

Nos preguntaba el alcalde, en una reunión mantenida en el ayuntamiento, qué actividad no se podría hacer después de que se terminase el proyecto que tienen previsto. Y cuándo le hablábamos de contemplar atardeceres, cuando le contábamos lo que significa leer un libro debajo de los eucaliptos, nuestro alcalde fruncía el ceño y nos respondía, impertérrito, que un gimnasio spa concesionado a una empresa privada era bueno para los ciudadanos porque haría bajar el precio de los demás gimnasios. Nos pedía nuestro alcalde que no sacralizáramos los eucaliptos. Nos venía a pedir nuestro alcalde que estandarizáramos nuestro ocio y nos sometiésemos a la vulgarización del espacio, es decir, cemento en la playa y árboles cortados.

 

Nos preguntamos con qué tipo de argumentos aspira el alcalde a conseguir para Málaga la capitalidad cultural europea de 2016. Para un londinense, sería impensable talar siquiera un árbol de Hyde Park para hacer un gimnasio spa. Y tiene Londres millones de metros cuadrados de zona verde. Lo mismo ocurre en Edimburgo, París o Barcelona. Así que mientras se vende la Málaga cultural, se arrasa con el patrimonio, se cementa la playa y todo ello con la oposición de asociaciones de vecinos y plataformas ciudadanas.

 

Aún estamos a tiempo de detener el proyecto. Está a tiempo el alcalde de rectificar, Demarcación de Costas de impedir el atropello ecológico y, en último término, la Ministra de Medio Ambiente de no suministrar los diez millones de euros presupuestados para borrar de nuestra memoria lo que todavía es nuestro patrimonio